jueves, 17 de noviembre de 2011
De una monarquía absolutista a una monarquía parlamentaria.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
LA REPÚBLICA DE INDIOS EN AMERICA
La republica de indios es la sociedad o comunidad política indígena que habitaba América. Entre las causas directas de su origen se encuentran la consideración de inferioridad cultural que se atribuyó a los indígenas y la supuesta necesidad de su evangelización.
Por toda la América hispánica tuvo lugar la cohabitación, y su efecto fue desdibujar las líneas divisorias que habían planeado trazar originariamente las autoridades civiles y eclesiásticas entre las distintas comunidades. A ojos de éstas, una sociedad debidamente ordenada había de consistir en dos repúblicas paralelas, cada una de ellas con sus propios derechos y privilegios: una “república de españoles” (comunidad social de los blancos) y una “república de indios” (sociedad indígena).
El concepto de tal “república” era por entero extraño a unos colonizadores que esperaban que los indígenas o bien aprendieran a comportarse como ellos o bien se fueran lejos.
El plan de mantener las dos comunidades separadas corría peligro de irse a pique. Los trastornos de la conquista y la colonización pusieron en contacto diario, y a menudo íntimo, a españoles e indios. Mujeres indias entraron a vivir en casas españolas como criadas y concubinas, mientras que los indios cuyas vidas se habían roto por la llegada de los españoles eran atraídos naturalmente hacia las ciudades recién fundadas en busca de oportunidades en el mundo de los conquistadores.
La mezcla de razas y culturas inherente al proceso de mestizaje operó desde las etapas más tempranas de la conquista y la colonización. La corona podía legislar para mantener apartados de las comunidades indias de las encomiendas a sus titulares, se podía concentrar a los indígenas en reducciones u obligarlos a vivir en barrios de las ciudades reservados exclusivamente para ellos, su “inferioridad” natural podía ser proclamada sin cesar por los colonizadores; pero en un mundo en el que éstos eran sobrepasados abrumadoramente en número por los indios y no podían vivir sin sus servicios laborales y sexuales, no existían posibilidades a largo plazo de separar las dos “republicas”.
Los españoles tendían a pensar en términos de incorporación de los indígenas en una sociedad orgánica y construida jerárquicamente que les permitiría con el tiempo alcanzar los beneficios supremos del cristianismo y la civilidad.
La política real llego a reflejar las mismas tensiones entre segregación que se podían encontrar en la práctica colonial. Hasta cierto punto, la encomienda actuó como barrera contra la asimilación, excepto en materia de religión, pues estaba concebida para promoverla en esta aspecto. En 1550, incluso cuando la corona legislaba para impedir que los españoles solteros vivieran en las comunidades indias o cerca de ellas, tomaba también las primeras medidas para echar por tierra la separación lingüística entre las dos repúblicas al decretar que los frailes, en un desafío a su práctica tradicional, debían enseñar castellano a los indios “y que tomen nuestras buenas costumbres, porque por esa vía con más facilidad podrían entender y ser doctrinados en las cosas de la religión cristianas”. El proceso de cambio lingüístico ya estaba en marcha en Nueva España, ya que los indígenas que se trasladaban a las ciudades adquirían conocimientos básicos de castellano, mientras que palabras de esta lengua se incorporaban al mismo tiempo al vocabulario náhuatl a gran escala.
Aun así, un gran número de vasallos indios de la corona española o bien se resistió a la imposición del castellano o bien permaneció en la práctica fuera de su órbita, mientras que muchos frailes se mostraban propensos a ignorar el decreto real.
Al mismo tiempo, los criollos con nodrizas indígenas aprendían en la infancia el idioma de los conquistadores y en la península de Yucatán, que tenía un alto grado de unidad lingüística antes de la llegada de los españoles, el maya, en vez del castellano, se convirtió en la lengua franca en el periodo posterior a la conquista.
La corona, por su parte, tuvo que admitir la realidad, en especial por consideraciones religiosas. En 1578 Felipe II decretó que ningún eclesiástico debía ser nombrado para beneficios indios sin conocimientos del idioma aborigen y dos años más tarde creó cátedras de lenguas indígenas en las universidades de Lima y México, con el razonamiento de que “la inteligencia de la lengua general de los indios es el medio más necesario para la explicación y enseñanza de la Doctrina Cristiana.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
El Galeón de Manila
De pronto uno recuerda y certifica el peso y la influencia que tiene ese pasado sobre este presente, que no sería el que es sin esos barcos.
Y es que el galeón de Manila, o Galeón de Acapulco, o Nao de la China, hizo posible durante más de dos siglos un gran intercambio comercial y sobre todo cultural entre Méjico y Filipinas cuando ambas estaban vinculadas a España.
Pensar en el peso histórico de ese barco resulta inabarcable.
Los galeones de Manila, en sí, eran naos evolucionadas y mejoradas por el avance tecnológico en la navegación.
En tiempos de Felipe II, la monarquía no se encontraba en un momento económico favorable. El rey había heredado de Carlos I un imperio en bancarrota, así que necesitaba soluciones efectivas para arreglar las consecuencias de la mala administración de su padre. Surge de ahí la idea del comercio con Oriente, que en ese momento monopolizaba Portugal.
La idea parecía sencilla; el comercio podría establecerse entre Filipinas y Nueva España (Méjico actualmente), y después traerlo a la península para desde aquí poderlo distribuir a Europa. (Todo esto pasando por encima de Portugal…) Sólo existía un problema: no se conocía la ruta del tornaviaje, es decir; se sabía bien cómo ir de Nueva España a las Filipinas, pero no como volver.

y el fraile agustino Andrés de Urdaneta. Su cometido era claro: colonizar las Filipinas y encontrar un ruta práctica de regreso.
Y así lo hicieron.
Se descubre la corriente kuroshio que cruza el Pacífico en dirección este, que será la que se siga en adelante para el tornaviaje, aunque haya que desviarse hacia el norte para cogerla y se invierta un mes más que en el sentido contrario.
Es Urdaneta a bordo del San Pablo el que inaugura la ruta partiendo de las Filipinas en Junio de 1565 y llegando a Acapulco el 3 de Octubre del mismo año.
Desde este momento comienza un incesante comercio entre los tres continentes que supone una revolución a todos los niveles: político, económico, social, cultural…
En concreto, la ruta Manila-Acapulco-Manila, ha sido una de las que más ha durado en la Historia funcionando durante dos siglos y medio, hasta 1815, cuando se interrumpe el servicio al estallar la Guerra de Independencia en Méjico.

Me ha llamado la atención (por haber nacido maña) que uno de los navíos fuese bautizado con el nombre de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza (casi todos los navíos tenían nombres religiosos).
Para una información más completa sobre los galeones recomiendo visitar http://www.todoababor.es/articulos/nav_carrerafilipinas.htm. También es muy interesante visitar la web de la asociación antes citada. Hace un repaso a la historia de las Filipinas y la influencia española en diferentes aspectos, entre ellos por supuesto la lengua.
He encontrado además otras historias muy interesantes relacionadas incluso con la piratería de los galeones en el siguiente pdf: http://www.loyola.tij.uia.mx/ebooks/historia_baja/%5B10%5D%20%20%20El%20Gale%F3n%20de%20Manila.%20VI.pdf.
lunes, 7 de noviembre de 2011
El clientelismo durante la Monarquía Hispánica en el siglo XVI.
Durante el siglo XVI y XVII el clientelismo ejerció un gran papel. Desarrolló una faceta negativa en la Europa de la época, debido por ejemplo a:
-La imposibilidad de algunos reyes de basar su poder en el centro y a la vez en la periferia del territorio
-Los continuos encontronazos con la alta nobleza
-Los asesinatos ordenados en Nápoles de personajes impopulares que estaban enfrentados a las élites locales
-El poco compromiso entre el "patrón"y el "cliente".
Pero además de esta faceta negativa el clientelismo trajo consigo muchos beneficios. Este sistema proporcionó una estructura de poder informal que complementaba las relaciones formales entre el centro y la periferia del territorio. Estas relaciones de afinidad adquirían un carácter personal, flexible y capaz de amoldarse a las identidades institucionales, feudales y locales que existían en la zona. El clientelismo admitía las dinámicas sociales más comunes del siglo XVI: parentesco, honor, recompensa y amistad. Las afinidades reportaban beneficios a ambas partes: al cliente le daban esperanzas de ascenso y la protección de sus privilegios; mientras que al patrón le reportaban lealtad, servicios y suministro de información valiosa. Los patrones utilizaban sus virtudes personales para explorar eficazmente la lealtad de sus clientes.
Durante el siglo XVI el cliente adquirió un papel muy importante como peligroso adversario político. Los aristócratas actuaban como intermediarios entre los príncipes y la localidad de la que éstos procedían. Aún así, las relaciones de afinidad sirvieron para unir a las élites locales mediante una organización política mas amplia, y gracias a estas relaciones se superaron momentos de debilidad de los sistemas políticos del siglo XVI: la distancia y el tiempo.