jueves, 2 de febrero de 2012

"Yo no pago"


El pasado 15 de enero, pude ver una noticia que me llamó bastante la atención, ya que, pudiéndose entrelazar con otros movimientos que se han podido contemplar, parece que va cogiendo fuerza y se puede hacer una comparativa con algunos movimientos sociales acontecidos a lo largo de la historia, pues es una forma más de protestas que no están de acuerdo con el nivel de vida y el encarecimiento de ésta:
Medio centenar de personas pertenecientes al movimiento 'Yo no pago' contra los recortes sociales han protagonizado este domingo (15 enero 2012) en la estación de Callao del metro de Madrid una serie de choques con decenas de policías cuando intentaban colarse gratis en el recinto. Con pancartas de "Yo no pago", todas las personas identificadas con este movimiento, inspirado en la iniciativa griega 'Den Plirono', estaban convocados para protestar en la estación de metro de Sol, pero al ver la fuerte presencia policial decidieron acudir a la estación de Callao, muy próxima a Sol, para protestar "contra los recortes sociales" y las subidas del precio del transporte público se extendió también a las ciudades de Barcelona (parada Plaza Catalunya), Valencia (Xàtiva), Sevilla (parada de metro Primero de Mayo) y Bilbao (parada de metro Abando). El movimiento 'Yo no pago' está inspirado en una iniciativa similar llamada 'Den Plirono' que surgió en Grecia el año pasado a raíz de la subida del precio del transporte y que organiza acciones en el metro, las estaciones o las autopistas, donde "bloquean las máquinas de pago ante la permisividad de los empleados" o "levantan la barrera para que todo el mundo pase gratis". Estos grupos, como otras iniciativas sociales, se organizan por Internet y convocan acciones festivas de "resistencia a pequeña escala" y "subversivas".
Parece que se están reavivando las protestas que hace ya  años comenzaron a surgir, aunque la diferencia es que ahora las protestas tienen otro modo de inicio:  las nuevas tecnologías (redes sociales… etcétera).Puede que todo empezara cuando comenzó la industrialización, ya que se registra una notable oposición de los obreros artesanos a la introducción de máquinas. Las primeras formas de protesta obrera se detectan en Gran Bretaña en la segunda década del siglo XIX cuando surge el conocido Movimiento Ludita (o Ludismo), nombre que deriva de un personaje real o inventado, un obrero, Ned Ludd, cabecilla de este movimiento de protesta que se canalizaba hacia la destrucción de la maquinaria ( esto me recuerda a un hecho de hace aproximadamente un mes, en el que se podía ver cómo un alcalde de la localidad de Stilidas, Apostlos Gletsos, afectada por un caro peaje y sin ruta alternativa para ir a los pueblos del entorno, derribó con una excavadora el puesto de peaje". "Fue detenido y, tras ser puesto en libertad, sus paisanos lo recibieron como un héroe", el cual asegura ‘Yo no pago’, y que pronto se extenderá por varios condados de Inglaterra donde la industria textil se había convertido en la principal manufactura.
Las Guerras Napoleónicas de años posteriores hicieron saltar en varias ocasiones nuevas protestas luditas. El llamado Movimiento Cartista supone una versión más organizada del Movimiento Obrero y que se desarrolla entre 1837 y mediados del siglo XIX. Debe su nombre a la denominada Carta del Pueblo, documento que llegó a conseguir la firma de cientos de miles de obreros y que era una petición elevada al Parlamento en la que se pedía el Sufragio Universal, el voto secreto, la igualdad en el valor de los votos... En definitiva, revelaba el deseo de democratización del sistema político británico: el movimiento obrero desea participar en el juego político y desde ahí mediante la presentación de leyes en el Parlamento, mejorar las condiciones de vidas de los obreros industriales.
Desde mediados de siglo el movimiento irá perdiendo fuerza progresivamente, aunque paradójicamente, en años posteriores, el Parlamento Británico adoptará la mayor parte de las peticiones recogidas en la Carta del Pueblo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Polos opuestos


Me gustaría comentar una noticia que me ha llamado la atención del periódico y que me gustaría compartir, ya que la noticia, de actualidad,  está relacionada con el ámbito político, social y económico de un país europeo con el que España podría tener algunas similitudes en el fondo del problema, pero con soluciones distintas:

“A principios de 2009 el pueblo islandés, al borde del colapso económico y financiero, se echó a la calle y dijo basta. El Gobierno dimitió y la pequeña isla nórdica se entregó a la difícil tarea de responder ante una crisis sin precedentes haciendo justo lo contrario de lo que estaban haciendo los demás: se negaron a rescatar a la banca y votaron en contra de pagar sus deudas con dinero público haciendo caso omiso de las amenazas de los mercados internacionales y de las malas notas de las agencias de calificación de riesgo, redactaron una nueva Constitución a través de las redes sociales y, quizá lo más importante, consiguieron negociar con el FMI una salida adaptada a sus propios planteamientos.
¿El resultado? Tres años después de lo que se vino en llamar la «revolución islandesa», el país no solo no ha regresado a la Edad Media convertido en un paria del sistema, sino que está empezando a ver la luz al final del túnel. En 2011 la economía islandesa creció un 2,5% (la eurozona solo el 1,6%). Aunque no todo es de color de rosa.
El paro, la elevada deuda exterior y una alta tasa de préstamos de dudoso cobro siguen pesando sobre la economía".

Como se puede observar, Islandia ha tomado unas medidas innovadoras en las que ha hecho partícipe a sus habitantes en el cambio de la Constitución que había sido rígida durante bastante tiempo, y la voz la ha tomado combinando las nuevas tecnologías, entre ellas, el uso redes sociales. Por lo que creo que es otra posible vía para intentar reducir, en cierta medida, la gran crisis particular que asola a cada país.

El motín de Esquilache


En la primavera del año 1766 tuvo el Motín de Esquilache, al que la historiografía posterior a denominado “Motín de la Nobleza” y al que sus propios protagonistas denominaron “Motín Matritense”.
El “Motín de Esquilache” y los “Motines en cadena” son típicos de la “crisis de subsistencia”. La escasez de trigo y la subida del su precio tuvo su repercusión, en los últimos meses de 1975 y primeros de 1766, el aumento de la demanda en el pósito de Madrid.
En 1765-1766, Esquilache tomó medidas para el abastecimiento de Madrid, medidas que no fueron populares. Por la pragmática de 1765 El consejo de Castilla ordenó proveer a todos los pueblos, villas y ciudades. El abastecimiento de la Corte se confió a los Cinco Gremios Mayores de Madrid. El monopolio del pan, aceite y leña, coincidió con la subida brusca de los precios. Ello creó el clima de protesta que posibilitó el estallido del Motín.
Los anónimos autores de las Relaciones del Motín hacen alusión a los sucesivos años de “esterilidad” por cuya causa el pueblo sufrió escasez y carestía que se hicieron más insoportables porque al mismo tiempo se les exigía nuevas cargas tributarias para esponsorios reales y para embellecer e iluminar Madrid.
Alumbrar Madrid era tanto como modernizar la Corte y Villa pero no lo era hacerlo dejando a oscuras a gran parte de sus habitantes, debido al elevado precio del aceite y de las velas de sebo, que prácticamente desaparecieron del mercado, así lo escribe uno de los anónimos autores de las Relaciones quien refriéndose a los sucesos del Domingo de Ramos de 1766, escribe que el pueblo “resentidos de que después que se pusieron los faroles para alumbrar las calles con velas de sebo, el aceite había subido a 18 cuartos y las velas no se podían encontrar por lo que muchos pobres habían estado en sus casas a oscuras aunque alumbrados por las calles, y dichos faroles tenía el sombrero redondo y los hombres de tres picos, en desquite fueron tirando piedras y rompiendo todos los faroles de las calles, de modo que no quedó ninguno para poder servir, en menos de una hora, pues con el nuevo empedrado que se había hecho en muchas calles había muchas piedras sobrantes, especialmente en la Plaza Mayor y Caños del Peral.
Estas cuestiones suscitaron la crítica popular que se elevó al máximo con la prohibición de usar el traje nacional.
El motín contra Esquilache se puede situar entre los “furores” del siglo XVII y las revoluciones del XVIII. El término “furor” no ha sido acuñado por la historiografía posterior. Es utilizado con mucha frecuencia en las Relaciones del Motín.
Una de las “precondiciones” del Motín contra Esquilache es la debilidad de las estructuras del antiguo régimen.