jueves, 17 de noviembre de 2011

De una monarquía absolutista a una monarquía parlamentaria.


El otro día, mientras veía en debate político entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba me vino a la cabeza una idea para hacer una entrada en el blog. Se me ocurrió que sería interesante comparar el sistema político vigente hoy en día en España con el sistema político de los Austrias, por ser el tema que hemos tratado en las clases de Historia. Pues bien, a continuación intentaré explicar en qué consiste cada uno de estos regímenes  políticos para luego intentar hacer una breve síntesis sobre cómo ha cambiado y se ha desarrollado la política del país.
Bien, por ser el más antiguo, empezaré a hablar del régimen político de los Austrias. Los Austrias o Habsburgo desarrollaron el sistema político aplicado por los Reyes Católicos durante el siglo XV. Procuraron rodearse de letrados, personajes con gran conocimiento sobre las leyes y que no pertenecían a la nobleza, y consiguieron así apartar a la aristocracia del poder de la Corte, para que todo el poder político quedara centralizado a manos de los monarcas. Durante el siglo XVI el gobierno se estableció en Castilla (sobre todo durante el reinado de Felipe II), mientras que los demás reinos y posesiones se hallaban bajo la diligencia de Virreyes (Aragón, Indias e Italia) o Gobernadores, como en los Países Bajos o Milán. En 1561 Felipe II hizo de Madrid la capital, debido a su situación centralizada dentro de la Península o las ventajas ambientales (agua, caza, etc.), lo que dio lugar a un rápido crecimiento de la Villa y de la Corte mientras que ciudades como Valladolid o Toledo cayeron en decadencia. Resumidamente, el sistema político de esta Dinastía esta basado en la monarquía absoluta y la centralización del poder, como he mencionado anteriormente. La monarquía hispánica, creada en respuesta a unas necesidades, se caracterizaba por la existencia de un monarca común y reinos diferenciados -con sus propias leyes e instituciones- pero que compartían órganos e intereses comunes, que los integraban en una misma unidad. Desde los RRCC se implantó el régimen polisinodial, que fue bastante eficaz para la época a pesar de complicaciones relacionadas con las comunicaciones, las distancias o las diferencias legales o económicas de cada territorio. La Administración central de los Austrias fue complementada por la acción de los Consejos, que eran órganos que ayudaban al monarca en la acción del gobierno. Así, durante el siglo XVI en el Gobierno se encontraba el Rey, los Consejos y los Secretarios (del Estado y del monarca). Cada Consejo ejercía una función diferente:
-Los Consejos Supremos tenían competencia en todos los territorios, y se dividían en: Consejo de Estado, Consejo de Guerra y Consejo de inquisición.
-Los Consejos materiales eran específicos en cada materia y tenían su ámbito en Castilla. Se dividían en: Consejo de Órdenes, Consejo de Cruzadas y Consejo de Hacienda.
-Los Consejos territoriales se establecieron para ejercer la autoridad del Rey en cada uno de los territorios de la monarquía. Primero se formaron el Consejo de Aragón, el de Castilla y el de Indias, y más tarde se formaron el de Italia, el de Flandes y el de Portugal.
Todo esto de desarrolló en una sociedad estamental con fuertes contrastes entre los privilegiados (clero y nobleza) y los no privilegiados. Aumentó el número de personas con dinero procedente de la conquista, del trabajo como funcionarios o de los préstamos. Se desarrolló la venta de títulos nobiliarios para situar socialmente a los ricos y aumentar los ingresos reales, pero todo esto provocó la subida de los precios y el aumento de las clases populares (pícaros y mendigos).
Por otro lado hay que explicar en qué consiste el régimen político de hoy en día. La política de la España actual está basada en un conjunto de leyes que se dictan para el correcto funcionamiento de los órganos legislativos de país. España se considera una monarquía parlamentaria, pues su poder legislativo –representado por las Cortes Generales- ejerce la mayor parte de la responsabilidad legislativa y del gobierno. Es un sistema parlamentario porque tras las elecciones legislativas el monarca debe hacer la propuesta del Presidente del Gobierno al Congreso de los Diputados, y si éste lo aprueba, el elegido permanece en el cargo.
El poder ejecutivo del Gobierno lo llevan a cabo los Ministerios. Son organizaciones dinámicas que cambian según los intereses de los gobiernos que los nombran. Su finalidad es hacer cumplir las leyes decretadas por el poder legislativo y planear y ejecutar el programa de gobierno. Algunos ministerios en España son: el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Economía y Hacienda, el Ministerio del Interior, el Ministerio de Fomento, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Administraciones Públicas, el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Sanidad y Política Social entre otros. El poder judicial, por su parte, está a cargo de los tribunales y los juzgados, que imparten la justicia en nombre del Rey.
Con todo esto explicado, podríamos decir que desde la monarquía de los Austrias hasta la actualidad el sistema político español ha cambiado mucho, y se ha desarrollado hacia la democracia, hacia un sistema político mucho más abierto, que no recae únicamente en el monarca del país, sino en un gobierno elegido popularmente, y a su vez en diferentes órganos encargados de diferentes tareas, como lo son la justicia, la economía, la sanidad, etc. Esto significa mayor participación ciudadana y mayor implicación en el gobierno del país.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

LA REPÚBLICA DE INDIOS EN AMERICA

La republica de indios es la sociedad o comunidad política indígena que habitaba América. Entre las causas directas de su origen se encuentran la consideración de inferioridad cultural que se atribuyó a los indígenas y la supuesta necesidad de su evangelización.

Por toda la América hispánica tuvo lugar la cohabitación, y su efecto fue desdibujar las líneas divisorias que habían planeado trazar originariamente las autoridades civiles y eclesiásticas entre las distintas comunidades. A ojos de éstas, una sociedad debidamente ordenada había de consistir en dos repúblicas paralelas, cada una de ellas con sus propios derechos y privilegios: una “república de españoles” (comunidad social de los blancos) y una “república de indios” (sociedad indígena).

El concepto de tal “república” era por entero extraño a unos colonizadores que esperaban que los indígenas o bien aprendieran a comportarse como ellos o bien se fueran lejos.

El plan de mantener las dos comunidades separadas corría peligro de irse a pique. Los trastornos de la conquista y la colonización pusieron en contacto diario, y a menudo íntimo, a españoles e indios. Mujeres indias entraron a vivir en casas españolas como criadas y concubinas, mientras que los indios cuyas vidas se habían roto por la llegada de los españoles eran atraídos naturalmente hacia las ciudades recién fundadas en busca de oportunidades en el mundo de los conquistadores.

La mezcla de razas y culturas inherente al proceso de mestizaje operó desde las etapas más tempranas de la conquista y la colonización. La corona podía legislar para mantener apartados de las comunidades indias de las encomiendas a sus titulares, se podía concentrar a los indígenas en reducciones u obligarlos a vivir en barrios de las ciudades reservados exclusivamente para ellos, su “inferioridad” natural podía ser proclamada sin cesar por los colonizadores; pero en un mundo en el que éstos eran sobrepasados abrumadoramente en número por los indios y no podían vivir sin sus servicios laborales y sexuales, no existían posibilidades a largo plazo de separar las dos “republicas”.

Los españoles tendían a pensar en términos de incorporación de los indígenas en una sociedad orgánica y construida jerárquicamente que les permitiría con el tiempo alcanzar los beneficios supremos del cristianismo y la civilidad.

La política real llego a reflejar las mismas tensiones entre segregación que se podían encontrar en la práctica colonial. Hasta cierto punto, la encomienda actuó como barrera contra la asimilación, excepto en materia de religión, pues estaba concebida para promoverla en esta aspecto. En 1550, incluso cuando la corona legislaba para impedir que los españoles solteros vivieran en las comunidades indias o cerca de ellas, tomaba también las primeras medidas para echar por tierra la separación lingüística entre las dos repúblicas al decretar que los frailes, en un desafío a su práctica tradicional, debían enseñar castellano a los indios “y que tomen nuestras buenas costumbres, porque por esa vía con más facilidad podrían entender y ser doctrinados en las cosas de la religión cristianas”. El proceso de cambio lingüístico ya estaba en marcha en Nueva España, ya que los indígenas que se trasladaban a las ciudades adquirían conocimientos básicos de castellano, mientras que palabras de esta lengua se incorporaban al mismo tiempo al vocabulario náhuatl a gran escala.

Aun así, un gran número de vasallos indios de la corona española o bien se resistió a la imposición del castellano o bien permaneció en la práctica fuera de su órbita, mientras que muchos frailes se mostraban propensos a ignorar el decreto real.

Al mismo tiempo, los criollos con nodrizas indígenas aprendían en la infancia el idioma de los conquistadores y en la península de Yucatán, que tenía un alto grado de unidad lingüística antes de la llegada de los españoles, el maya, en vez del castellano, se convirtió en la lengua franca en el periodo posterior a la conquista.

La corona, por su parte, tuvo que admitir la realidad, en especial por consideraciones religiosas. En 1578 Felipe II decretó que ningún eclesiástico debía ser nombrado para beneficios indios sin conocimientos del idioma aborigen y dos años más tarde creó cátedras de lenguas indígenas en las universidades de Lima y México, con el razonamiento de que “la inteligencia de la lengua general de los indios es el medio más necesario para la explicación y enseñanza de la Doctrina Cristiana.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El Galeón de Manila

Hoy en día el galeón de Manila cuenta hasta con su propia asociación cultural. Después de haber estado buscando un rato información sobre los galeones de Manila, y pensar en ellos como en antiguos barcos que recorrían este mundo cuando parecía otro, y casi sintiendo nostalgia por su antigua importancia, (el barco y la mar son motivos que me llenan la cabeza de imágenes) me ha sorprendido enormemente encontrarme con su página web, http://www.galeondemanila.org/.
De pronto uno recuerda y certifica el peso y la influencia que tiene ese pasado sobre este presente, que no sería el que es sin esos barcos.
Y es que el galeón de Manila, o Galeón de Acapulco, o Nao de la China, hizo posible durante más de dos siglos un gran intercambio comercial y sobre todo cultural entre Méjico y Filipinas cuando ambas estaban vinculadas a España.
Pensar en el peso histórico de ese barco resulta inabarcable.

Los galeones de Manila, en sí, eran naos evolucionadas y mejoradas por el avance tecnológico en la navegación.










En tiempos de Felipe II, la monarquía no se encontraba en un momento económico favorable. El rey había heredado de Carlos I un imperio en bancarrota, así que necesitaba soluciones efectivas para arreglar las consecuencias de la mala administración de su padre. Surge de ahí la idea del comercio con Oriente, que en ese momento monopolizaba Portugal.
La idea parecía sencilla; el comercio podría establecerse entre Filipinas y Nueva España (Méjico actualmente), y después traerlo a la península para desde aquí poderlo distribuir a Europa. (Todo esto pasando por encima de Portugal…) Sólo existía un problema: no se conocía la ruta del tornaviaje, es decir; se sabía bien cómo ir de Nueva España a las Filipinas, pero no como volver.





Para tratar de hacer frente a este problema, Felipe II ordenó que se enviaran desde Nueva España algunos navíos expedicionarios a las Islas Filipinas. En ellos viajaban entre otros Miguel López de Legazpi, un marino vasco,
y el fraile agustino Andrés de Urdaneta. Su cometido era claro: colonizar las Filipinas y encontrar un ruta práctica de regreso.
Y así lo hicieron.
Se descubre la corriente kuroshio que cruza el Pacífico en dirección este, que será la que se siga en adelante para el tornaviaje, aunque haya que desviarse hacia el norte para cogerla y se invierta un mes más que en el sentido contrario.
Es Urdaneta a bordo del San Pablo el que inaugura la ruta partiendo de las Filipinas en Junio de 1565 y llegando a Acapulco el 3 de Octubre del mismo año.

Desde este momento comienza un incesante comercio entre los tres continentes que supone una revolución a todos los niveles: político, económico, social, cultural…

En concreto, la ruta Manila-Acapulco-Manila, ha sido una de las que más ha durado en la Historia funcionando durante dos siglos y medio, hasta 1815, cuando se interrumpe el servicio al estallar la Guerra de Independencia en Méjico.






Me ha llamado la atención (por haber nacido maña) que uno de los navíos fuese bautizado con el nombre de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza (casi todos los navíos tenían nombres religiosos).

Para una información más completa sobre los galeones recomiendo visitar http://www.todoababor.es/articulos/nav_carrerafilipinas.htm. También es muy interesante visitar la web de la asociación antes citada. Hace un repaso a la historia de las Filipinas y la influencia española en diferentes aspectos, entre ellos por supuesto la lengua.
He encontrado además otras historias muy interesantes relacionadas incluso con la piratería de los galeones en el siguiente pdf: http://www.loyola.tij.uia.mx/ebooks/historia_baja/%5B10%5D%20%20%20El%20Gale%F3n%20de%20Manila.%20VI.pdf.










lunes, 7 de noviembre de 2011

El clientelismo durante la Monarquía Hispánica en el siglo XVI.

    El clientelismo político es un sistema de gobierno basado en el intercambio de favores, por el cual los personajes que ejercían un poder político en el Gobierno regulaban la concesión de prestaciones a cambio de apoyo electoral. En este tipo de sistema gubernamental el patrón, que ejercía un poder sobre el aparato administrativo del Estado, utilizaba su poder en beneficio privado, ya fuera para él mismo o para sus clientes. Este mismo mecanismo podía utilizarse en un sentido negativo, ya que era posible perjudicar a aquellos que no colaborasen con el sistema. Generalmente este tipo de mecanismo político era utilizado por aquellos partidos que pretendían conseguir en un mínimo tiempo un gran número de apoyos.

    Durante el siglo XVI y XVII el clientelismo ejerció un gran papel. Desarrolló una faceta negativa en la Europa de la época, debido por ejemplo a:
-La imposibilidad de algunos reyes de basar su poder en el centro y a la vez en la periferia del territorio
-Los continuos encontronazos con la alta nobleza
-Los asesinatos ordenados en Nápoles de personajes impopulares que estaban enfrentados a las élites locales
-El poco compromiso entre el "patrón"y el "cliente".

    Pero además de esta faceta negativa el clientelismo trajo consigo muchos beneficios. Este sistema proporcionó una estructura de poder informal que complementaba las relaciones formales entre el centro y la periferia del territorio. Estas relaciones de afinidad adquirían un carácter personal, flexible y capaz de amoldarse a las identidades institucionales, feudales y locales que existían en la zona. El clientelismo admitía las dinámicas sociales más comunes del siglo XVI: parentesco, honor, recompensa y amistad. Las afinidades reportaban beneficios a ambas partes: al cliente le daban esperanzas de ascenso y la protección de sus privilegios; mientras que al patrón le reportaban lealtad, servicios y suministro de información valiosa. Los patrones utilizaban sus virtudes personales para explorar eficazmente la lealtad de sus clientes.
   
    Durante el siglo XVI el cliente adquirió un papel muy importante como peligroso adversario político. Los aristócratas actuaban como intermediarios entre los príncipes y la localidad de la que éstos procedían. Aún así, las relaciones de afinidad sirvieron para unir a las élites locales mediante una organización política mas amplia, y gracias a estas relaciones se superaron momentos de debilidad de los sistemas políticos del siglo XVI: la distancia y el tiempo.