miércoles, 16 de noviembre de 2011

LA REPÚBLICA DE INDIOS EN AMERICA

La republica de indios es la sociedad o comunidad política indígena que habitaba América. Entre las causas directas de su origen se encuentran la consideración de inferioridad cultural que se atribuyó a los indígenas y la supuesta necesidad de su evangelización.

Por toda la América hispánica tuvo lugar la cohabitación, y su efecto fue desdibujar las líneas divisorias que habían planeado trazar originariamente las autoridades civiles y eclesiásticas entre las distintas comunidades. A ojos de éstas, una sociedad debidamente ordenada había de consistir en dos repúblicas paralelas, cada una de ellas con sus propios derechos y privilegios: una “república de españoles” (comunidad social de los blancos) y una “república de indios” (sociedad indígena).

El concepto de tal “república” era por entero extraño a unos colonizadores que esperaban que los indígenas o bien aprendieran a comportarse como ellos o bien se fueran lejos.

El plan de mantener las dos comunidades separadas corría peligro de irse a pique. Los trastornos de la conquista y la colonización pusieron en contacto diario, y a menudo íntimo, a españoles e indios. Mujeres indias entraron a vivir en casas españolas como criadas y concubinas, mientras que los indios cuyas vidas se habían roto por la llegada de los españoles eran atraídos naturalmente hacia las ciudades recién fundadas en busca de oportunidades en el mundo de los conquistadores.

La mezcla de razas y culturas inherente al proceso de mestizaje operó desde las etapas más tempranas de la conquista y la colonización. La corona podía legislar para mantener apartados de las comunidades indias de las encomiendas a sus titulares, se podía concentrar a los indígenas en reducciones u obligarlos a vivir en barrios de las ciudades reservados exclusivamente para ellos, su “inferioridad” natural podía ser proclamada sin cesar por los colonizadores; pero en un mundo en el que éstos eran sobrepasados abrumadoramente en número por los indios y no podían vivir sin sus servicios laborales y sexuales, no existían posibilidades a largo plazo de separar las dos “republicas”.

Los españoles tendían a pensar en términos de incorporación de los indígenas en una sociedad orgánica y construida jerárquicamente que les permitiría con el tiempo alcanzar los beneficios supremos del cristianismo y la civilidad.

La política real llego a reflejar las mismas tensiones entre segregación que se podían encontrar en la práctica colonial. Hasta cierto punto, la encomienda actuó como barrera contra la asimilación, excepto en materia de religión, pues estaba concebida para promoverla en esta aspecto. En 1550, incluso cuando la corona legislaba para impedir que los españoles solteros vivieran en las comunidades indias o cerca de ellas, tomaba también las primeras medidas para echar por tierra la separación lingüística entre las dos repúblicas al decretar que los frailes, en un desafío a su práctica tradicional, debían enseñar castellano a los indios “y que tomen nuestras buenas costumbres, porque por esa vía con más facilidad podrían entender y ser doctrinados en las cosas de la religión cristianas”. El proceso de cambio lingüístico ya estaba en marcha en Nueva España, ya que los indígenas que se trasladaban a las ciudades adquirían conocimientos básicos de castellano, mientras que palabras de esta lengua se incorporaban al mismo tiempo al vocabulario náhuatl a gran escala.

Aun así, un gran número de vasallos indios de la corona española o bien se resistió a la imposición del castellano o bien permaneció en la práctica fuera de su órbita, mientras que muchos frailes se mostraban propensos a ignorar el decreto real.

Al mismo tiempo, los criollos con nodrizas indígenas aprendían en la infancia el idioma de los conquistadores y en la península de Yucatán, que tenía un alto grado de unidad lingüística antes de la llegada de los españoles, el maya, en vez del castellano, se convirtió en la lengua franca en el periodo posterior a la conquista.

La corona, por su parte, tuvo que admitir la realidad, en especial por consideraciones religiosas. En 1578 Felipe II decretó que ningún eclesiástico debía ser nombrado para beneficios indios sin conocimientos del idioma aborigen y dos años más tarde creó cátedras de lenguas indígenas en las universidades de Lima y México, con el razonamiento de que “la inteligencia de la lengua general de los indios es el medio más necesario para la explicación y enseñanza de la Doctrina Cristiana.

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