lunes, 7 de noviembre de 2011

El clientelismo durante la Monarquía Hispánica en el siglo XVI.

    El clientelismo político es un sistema de gobierno basado en el intercambio de favores, por el cual los personajes que ejercían un poder político en el Gobierno regulaban la concesión de prestaciones a cambio de apoyo electoral. En este tipo de sistema gubernamental el patrón, que ejercía un poder sobre el aparato administrativo del Estado, utilizaba su poder en beneficio privado, ya fuera para él mismo o para sus clientes. Este mismo mecanismo podía utilizarse en un sentido negativo, ya que era posible perjudicar a aquellos que no colaborasen con el sistema. Generalmente este tipo de mecanismo político era utilizado por aquellos partidos que pretendían conseguir en un mínimo tiempo un gran número de apoyos.

    Durante el siglo XVI y XVII el clientelismo ejerció un gran papel. Desarrolló una faceta negativa en la Europa de la época, debido por ejemplo a:
-La imposibilidad de algunos reyes de basar su poder en el centro y a la vez en la periferia del territorio
-Los continuos encontronazos con la alta nobleza
-Los asesinatos ordenados en Nápoles de personajes impopulares que estaban enfrentados a las élites locales
-El poco compromiso entre el "patrón"y el "cliente".

    Pero además de esta faceta negativa el clientelismo trajo consigo muchos beneficios. Este sistema proporcionó una estructura de poder informal que complementaba las relaciones formales entre el centro y la periferia del territorio. Estas relaciones de afinidad adquirían un carácter personal, flexible y capaz de amoldarse a las identidades institucionales, feudales y locales que existían en la zona. El clientelismo admitía las dinámicas sociales más comunes del siglo XVI: parentesco, honor, recompensa y amistad. Las afinidades reportaban beneficios a ambas partes: al cliente le daban esperanzas de ascenso y la protección de sus privilegios; mientras que al patrón le reportaban lealtad, servicios y suministro de información valiosa. Los patrones utilizaban sus virtudes personales para explorar eficazmente la lealtad de sus clientes.
   
    Durante el siglo XVI el cliente adquirió un papel muy importante como peligroso adversario político. Los aristócratas actuaban como intermediarios entre los príncipes y la localidad de la que éstos procedían. Aún así, las relaciones de afinidad sirvieron para unir a las élites locales mediante una organización política mas amplia, y gracias a estas relaciones se superaron momentos de debilidad de los sistemas políticos del siglo XVI: la distancia y el tiempo.

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